Cuando la novela negra se escribe en islandés. ‘El grito’, de Yrsa Sigurðardóttir

Título: El grito
Autora: Yrsa Sigurdardóttir
Destino (2025)

Páginas: 528

Cuando leí por primera vez a Yrsa Sigurðardóttir, su estilo me pareció tan distinto dentro del panorama de novela negra actual que me enganché a ella. Es más precisa e inquietante, con historias que se desmarcan de la repetición en la que suele caer el género (sobre todo últimamente, aunque, quién sabe… igual soy yo). Su último libro, El grito, confirma esa primera impresión —afianzada con el disfrute de otras de sus novelas—; si bien, he de reconocer que su lectura me ha costado un poco más.

Con esta historia arranca una saga, la de Freyja, psicóloga infantil que se ocupa de casos complicados con menores involucrados. Quizá por eso el ritmo es más lento que en otras novelas autoconclusivas de la autora. Las series, por lo general, suelen serlo porque se piensan con misterios a largo plazo y se da más importancia a las subtramas, que no suelen resolverse en la primera entrega. El comienzo de la novela, no obstante, es potente, con un caso ciertamente truculento y personajes bien construidos tanto desde lo técnico como desde lo narrativo, pero a mitad del libro todo se ralentiza, sobre todo antes del desenlace. Aun así, mantiene el interés gracias a una atmósfera gris, tensa y fría, y a un uso eficaz de la intriga.

Lo de las novelas ambientadas en Islandia, ya lo sabéis, es una debilidad, así que nieve, frío, paisajes, soledad y oscuridad son para mí como la miel para las moscas. En ese sentido, incluso cuando la trama pierde algo de fuerza en ciertas escenas, no me ha importado.

Sobre el final, confieso que no lo vi venir. Tenía a mi propio sospechoso desde la mitad del libro, más o menos, y me equivoqué por completo. El desenlace está bien construido, con una resolución lógica que encaja a la perfección. También lo hace —encajar, me refiero— con el título original de la novela, DNA, y aquí viene uno de mis peros. ¿Por qué traducirla como El grito? Es un título bastante soso, usado mil veces, y que no dice nada. He leído esta novela porque me gusta la autora, no por el título desde luego. El grito es como La noche, El miedo, La oscuridad o similares. ¿Cuántas novelas se titulan así? ¿Millones?

En fin, al margen de estos detalles que —admitámoslo— podrían considerarse manías personales, la lectura merece la pena. Es entretenida, mantiene el interés y conserva intactas las señas de identidad de Sigurðardóttir; es decir, lo que la distingue de tantos otros autores del género. No es un thriller rápido, pero creo que tampoco lo busca. Al ser el inicio de una saga, prioriza la atmósfera y la construcción de personajes. Su fuerza está, sobre todo, en cómo gestiona la incertidumbre y engaña al lector respecto a quién hace qué, dónde, cuándo y, sobre todo, por qué. Y ahí, Sigurðardóttir demuestra por qué es tan buena.

Sinopsis: Una mujer es asesinada de forma macabra y sólo hay un testigo: su hija de siete años, que permaneció escondida bajo la cama y que ahora es incapaz de hablar. El detective de la policía islandesa Huldar, que se enfrenta a su primer caso importante tras su reciente ascenso, se encuentra bajo una gran presión para resolver el brutal crimen. Huldar tendrá que recurrir a Freyja, una perspicaz psicóloga infantil, para desbloquear la mente de la niña y obtener alguna pista de la que tirar: es su única oportunidad para llegar hasta la mente del asesino. El problema es que Freyja no se fía de Huldar, a quien conoció una noche para luego desaparecer. Los dos se verán obligados a trabajar juntos para encontrar a un asesino que deja en la escena del crimen extrañas pistas en forma de códigos numéricos. Freyja y Huldar deberán emprender una carrea contrarreloj para identificar al asesino antes de que siga matando impunemente.

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