El jardín del sur

Uno de los comentarios que más me hacéis cuando publico una crítica es que, por norma, tiendo a ser buenista con los libros que reseño; y es verdad. No porque todos los libros me parezcan maravillosos e impecables, sino porque, sencillamente, si un libro no me gusta (nada de nada), no pierdo el tiempo en escribir sobre él. Prefiero centrarme en aquellas lecturas que, de una forma u otra, me han aportado algo interesante, ya sea por su estilo, su historia, su ambientación, sus personajes, su estructura, etc. A veces, incluso por el debate que puedan generar.

No sigo un criterio estricto para elegir qué libros leo y reseño, pero sí tengo algunas pautas generales. Intento acercaros libros que despiertan mi curiosidad o que, tras leerlos, me atrapan y me apetece compartir ese sentimiento con vosotros. A veces me guío por el autor; otras, por el tema que tratan. También me dejo llevar por la simple y llana intuición, lo que hace que no todo lo que leo aparezca aquí. ¿Por qué? Porque muchas lecturas se corresponden a otros proyectos y trabajos; porque algunos libros no se merecen ni una frase; porque hay lecturas que prefiero guardar solo para mí… Sobre lo que sí aparece en este jardín, también me interesa la literatura que, además de entretener, deja un poso, una idea que sigue rondando la cabeza incluso después de haber pasado la última página.

Esto que os cuento no significa que todos los libros de los que hablo sean, por supuesto, perfectos, ya me gustaría, pero cada historia tiene sus matices. Luces y sombras que comparto, aunque reconozco que me gusta enfocar la crítica desde un punto de vista positivo. No me interesa destruir ni sentar cátedra sobre qué es bueno o malo. Las reseñas son, al fin y al cabo, opiniones personales, y como dice el dicho popular, las opiniones son como los culos: todos tenemos uno.

Por eso, cuando escribo sobre un libro, sea del tipo que sea, lo hago desde mi experiencia, comparto lo que me ha parecido valioso y dejo que seáis vosotros mismos los que saquéis vuestras propias conclusiones porque, quizá, lo que a mí me ha fascinado, a otro le pase inadvertido, o al revés. Esa es, precisamente, la magia de la lectura.