La greguería de hoy nos lleva hasta la cocina para detenernos frente a uno de sus elementos más característicos: el frigorífico. Si bien, para ser más precisos, en realidad nos vamos a detener en lo que este aparato representa cuando cesa el murmullo de su motor y uno se atreve a verlo como algo más que un electrodoméstico.
La greguería dice así: «El frigorífico es un ataúd para los fantasmas del hambre».
Y tal vez lo sea, ¿no creéis? Porque ahí, en ese rincón helado, se esconden los antojos incumplidos, los restos de días buenos o de cenas solitarias. El hambre de verdad y también ese otro, metafórico, de sueños olvidados, fiestas inacabadas o no celebradas jamás. El hambre de algo que termina o de algo que empieza. Hambre de todo y de nada. Soledad y compañía, pues el hambre, en el fondo, puede significar tantas cosas.
Al abrirlo, no siempre buscamos comida. A veces buscamos consuelo, sueños, amor, recuerdos…
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