¿Por qué leer ‘Norte y Sur’, de Elizabeth Gaskell?

Título: Norte y sur
Autora: Elizabeth Gaskell
Alba Editorial (2022)

Páginas: 544

Elizabeth Gaskell escribió Norte y Sur bajo el ruido de fábricas, huelgas, prejuicios de clase y silencios femeninos impuestos y por eso, pienso, quiso que por encima de todo ese ruido una voz se abriera paso y se escuchara con fuerza, la de Margaret Hale. Una protagonista que observa el mundo, lo interroga y toma partido. Esta es una de las características principales de esta gran obra de la literatura que, desde ya os lo digo, os recomiendo leer.

Desde las primeras páginas se percibe una mirada lúcida y empática, capaz de retratar tanto la fragilidad como la firmeza de Margaret, que no es dócil ni complaciente. Se enfrenta a lo que no entiende, duda, se equivoca y se mantiene fiel a sus principios. En ese trayecto, crece como personaje y como mujer. Sin grandes alardes, pero con determinación.

Un elemento que llama la atención es el prefacio que la autora hizo al inicio del libro, cuando este se publicó como tal por primera vez. Gaskell se disculpa por los errores derivados de la publicación por entregas (22), reconoce las prisas y expresa cierto temor ante la posibilidad de haber cerrado la obra —cuando la historia era semanal en la revista Household Words, dirigida por Charles Dickens, desde septiembre de 1854 a enero de 1855— con precipitación e incluso cierta inverosimilitud. Es un gesto que sorprende porque hoy casi nadie se disculpa por sus imperfecciones, y mucho menos en el mundo literario, donde todo se presenta como una obra maestra desde su origen. Desconozco el final por entregas, pero el presentado en la revisión hecha por la propia Gaskell, en mi opinión, es sobrio, coherente y emocionalmente equilibrado.

También me interesa destacar lo que esta novela plantea desde una perspectiva feminista. No es un alegato como tal , pero la protagonista principal, Margaret, no necesita que nadie hable por ella. Lo hace ella misma con inteligencia y, sobre todo, con una ética que incomoda a los hombres de su entorno. A su modo, es una rebelde, lo que, en pleno siglo XIX, no es poca cosa.

No obstante, he dicho que no es un alegato feminista como tal y es que, para comprender en profundidad Norte y Sur, conviene tener presente tanto la vida religiosa de Gaskell como el momento en el que fue escrita. Juzgar la novela desde parámetros actuales sin tener en cuenta ese contexto sería injusto. Cada obra es hija de su tiempo, no del momento en el que la leemos. Esto también se aplica a ciertas formas de afecto que aparecen en la historia, que pueden parecernos tibias, idealizadas o incluso contradictorias en ocasiones, pero que responden a una sensibilidad y a unos códigos emocionales muy distintos a los nuestros.

Respecto a la historia propiamente dicha, hay una tensión que se basa —algo muy llamativo— en los silencios y gestos contenidos; es decir, en lo que los personajes callan por orgullo o pudor. Saber usar esta contención para crear una tensión narrativa constante es donde se apoya gran parte de la fuerza emocional de la novela.

Otro de los grandes aciertos de Norte y Sur es su tratamiento de la lucha obrera. Gaskell no ofrece una visión simplificada ni dogmática. Presenta a los trabajadores con sus razones y también con sus límites, con su capacidad de resistencia, pero también con su miedo y su frustración. El sindicato aparece como una herramienta necesaria, aunque imperfecta; y los empresarios —especialmente Thornton (el personaje masculino principal)— no quedan reducidos al estereotipo del tirano. Son hombres formados, ambiciosos, atravesados por sus propias contradicciones.

Gaskell tampoco edulcora el contexto. La ciudad industrial de Milton es áspera, densa, y a ratos asfixiante; si bien, es el escenario donde se gestan alianzas inesperadas. Un lugar en el que, para sorpresa del lector y de los propios personajes, los prejuicios se tambalean e incluso el afecto más profundo puede surgir de la inicial enemistad.

La novela sugiere que la educación —más allá de lo académico— es el único terreno común posible entre obreros y patrones. Escuchar al otro, conocer sus condiciones, compartir mesa o conversación con gestos mínimos que, en Gaskell, apuntan hacia una posible transformación real. Así, no hay héroes ni villanos. Hay seres humanos intentando comprenderse.

Además de todo lo dicho, que no es poco, tenemos una historia de amor en la que la autora se permite ironías discretas, comentarios afilados sobre el matrimonio, la hipocresía o los modales. Pequeños desvíos que humanizan el relato y nos recuerdan que Gaskell escribía con mucha inteligencia.

Pocas veces una novela me ha parecido tan completa, tan clara en su ambición y tan generosa en su ejecución. Creo, sinceramente, que todo el mundo debería leerla.

Sinopsis: A través de la historia de Margaret Hale, una joven del sur de Inglaterra que por circunstancias familiares se ve obligada a trasladarse al Norte, a la ciudad industrial de Milton –un trasunto apenas disfrazado de Manchester-, Elizabeth Gaskell plasma de forma magistral los conflictos sociales y políticos derivados de la Revolución Industrial en la Inglaterra de mediados del siglo XIX.

Las contradicciones de la Inglaterra industrial se entrelazan con una historia de amor apasionada y curiosamente moderna, entre dos seres capaces de tratarse como iguales a pesar de todas las diferencias que los separan. Norte y Sur (1855) es ante todo una novela de personajes que crecen, actúan, piensan y sienten.

Nota: No confundir esta novela (1855) con la serie de televisión estadounidense de 1985 basada en la trilogía homónima de John Jakes. La trilogía escrita por Jakes en los años 80 del siglo XX está compuesta por las novelas Norte y Sur (1982), Amor y guerra (1984) y Cielo e infierno (1987).


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