La España que no habla español
Este caluroso verano, que por fin ha pasado, estuve de vacaciones en un lugar de costa muy turístico, pero mucho. No sabía yo que lo era tanto. Se trata de Palma de Mallorca, una ciudad abarrotada de turistas extranjeros, sobre todo alemanes, que parecían, en muchos casos, manadas en busca de la mejor tienda, la mejor sombrilla, la mejor terraza, etc. Y no estoy exagerando en absoluto. Lo juro. Había tantos turistas, pero tantos, que a veces uno tenía la sensación de estar en otro país distinto al propio.
El caso es que deambulando por las saturadas calles de la capital, esquivando visitantes, excursionistas, viajeros, exploradores y demás veraneantes, me di cuenta de que en muchos establecimientos se necesitaba personal. Nada raro a priori. Muchos turistas significan más trabajo. Pero ojo. No es oro todo lo que reluce porque esos anuncios esconden una realidad que todos, de un modo u otro, estamos dejando pasar y que perjudica, y mucho, a nuestro idioma. Me explico. Los carteles pedían empleados con conocimientos de español, inglés y también, ahí radica lo curioso del asunto, alemán.
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