El jardín del sur

Quería entender mejor el mundo del cosy crime, que tan de moda está, y por eso llevo un tiempo con la lectura de algunos libros clasificados como tales. Mi intención era saber por qué tienen tanto existo actualmente, cuál es su secreto y por qué se venden de manera tan espectacular. Bien, en general y tras diferentes aventuras librescas, he descubierto que —hoy por hoy— no encajo con ellos o ellos conmigo, no lo sé, pero no ligamos bien. Me ha costado mucho entrar en el especial universo de este género y, sin embargo, muy poco salir.

El cosy crime no es algo nuevo; es decir, no es un invento de hoy, pero es en la actualidad cuando, cosas del mercado editorial y su mecánica de comercialización, se ha convertido en un fenómeno de masas que mueve millones de lectores por todo el mundo. Solo hace falta fijarse en las estanterías (virtuales o físicas) de tiendas, papelerías, grandes superficies y/o librerías para darse cuenta de que este tipo de libros las inundan con regocijo. Se trata de un subgénero de la novela negra cuya principal característica es la de ser una historia de misterio con un perfil más amable y acogedor que la novela negra clásica; y que muchas otras en realidad. Entraría dentro de las llamadas novelas feelgood —en este caso, feelgood crime— con una prosa muy sencilla, directa y sin adornos, crímenes no truculentos (o no demasiado), investigadores afables y simpáticos, escenarios agradables y una fácil resolución final del caso. También feliz, por supuesto. Libros para sentirse bien en los que todo acaba positivamente.

Estoy acostumbrada a leer novelas escandinavas y británicas negras amables que muchos califican, de hecho, de cursis y ñoñas, pero lo del cosy crime actual creo, con sinceridad, que no es para mí. Son exageradamente pueriles. Muy planas. Me gustan las historias tipo Los misterios de Laura o Asesinatos en el edificio, por poner ejemplos televisivos; también, por supuesto, Se ha escrito un crimen, con mi adorada Jessica Fletcher, e incluso me he visto series detectivescas consideradas más blancas y ñoñas que un telefilme feelgood de sobremesa de fin de semana, como Los misterios de Aurora Teagarden, pero estas novelas son edulcoradas y simples en demasía. Sobre todo simples porque, al fin y al cabo, lo del investigador amable y el escenario sereno no me importa. Tampoco que el crimen no sea siniestro u horripilante. De hecho, eso a veces es lo de menos. Lo importante es la investigación, el esqueleto y estructura de la historia, sus costuras, el desarrollo de los personajes y la acción. También la voz narrativa y la resolución del caso que, por verosimilitud, no siempre puede ser feliz, aunque eso nos duela como lectores ávidos de cada vez mayores dosis de felicidad y alegría en nuestras lecturas (y vidas); o no debería, al menos, si queremos respetar unas mínimas normas básicas de verosimilitud (que no de veracidad).

De todas las obras leídas sobre este género, he decidido hablaros de Los cazadores de antigüedades. Diario de un asesinato, de C.L. Miller, porque  tiene un punto diferente que es, a mi juicio, todo lo relacionado con el mundo de las antigüedades y ‘la búsqueda del tesoro’ que se nos plantea —además de resolver un crimen—. Es la parte que más me ha gustado. Todos los aspectos históricos y culturales relacionados con las reliquias y los cazadores de estas. Un marco que ha permitido a Miller añadir una capa de riqueza y cierta complejidad a la narración de una historia llana de cluedo y explorar así la idea de la preservación del pasado.

La estructura de la novela es asimismo interesante porque permite un desarrollo más profundo de algunos personajes, sobre todo de la investigadora principal y del muerto. Resulta atractiva la exposición más abierta y explícita de los pensamientos y acciones de ambos protagonistas. Crea así un ritmo más dinámico, lo que se agradece porque hace que la dulzura del relato se aligere en algunas partes, sobre todo al final.

Accesible y sencilla, de estilo directo y sin adornos, Los cazadores de antigüedades. Diario de un asesinato, de C.L. Miller, es una lectura ideal para estos días de calor y asueto; y encantará a los amantes de los crímenes que, según los expertos en el feelgood crime, ocurren sin perturbar.

Sinopsis: Una tía y su sobrina protagonizan un vertiginoso misterio, ambientado en el lado más tenebroso del mundo de las antigüedades.

Freya Lockwood solía trabajar como cazadora de antigüedades con su exmentor hasta que en un viaje a El Cairo todo terminó mal. Más de veinte años después, recibe una llamada de su excéntrica tía Carole, amiga incondicional de Arthur, en la que le informa de su misteriosa muerte. Freya regresa al pueblecito inglés en el que se crio junto a su tía para acompañarla en esos difíciles momentos, donde recibe una inesperada carta encriptada de su antiguo amigo. Pero eso no es todo. En la tienda del anticuario descubre los diarios que éste había escondido donde solo ella podía encontrarlos. Todo apunta a que Arthur, conocedor del peligro de su situación, había dejado pistas a Freya y Carole para que llegaran al fondo del asunto si le pasaba algo. Además, el abogado encargado de ejecutar la herencia les impide acceder a la tienda, que Arthur ha legado a Freya en su testamento, hasta aclarar lo ocurrido. Embarcadas en la investigación, deciden asistir a un evento de fin de semana para amantes de las antigüedades que Arthur había reservado donde nada es lo que parece y nadie es quien dice ser.