Las historias que cuentan las flores

Las flores son muy importantes en mi última novela porque lo son en mi vida. Cada pétalo puede contar una historia y cada aroma puede evocar un recuerdo.

Hasta morir la muerte es una historia construida a través de todas las flores de mi niñez y de mi memoria. Dalias que son cuna y son mortaja. ¿Por qué digo esto? Porque estas flores me ayudan, desde niña, a crear e imaginar. Flores que simbolizan algo muy importante en la historia y pertenecen a Águeda Maitia, uno de los personajes más complejos que he construido nunca y es que, ¿sabéis una cosa? Esta novela no solo cuenta una gran historia compuesta por muchas pequeñas; cuenta vidas. Y cuenta muertes.

Rosas que todo lo sienten y cuya fragancia despierta emociones ocultas; calas para las novias y para los muertos, pues simbolizan tanto la alegría de un nuevo comienzo como la tristeza de una despedida; chiribitas para la espera; y gardenias que esconden tantos secretos como verdades.

Cada flor tiene su historia y, también, como os digo, su personaje puesto que en cada una de ellas hay un pedacito de mí. Al verlas florecer o marchitarse, aunque sea en las páginas, puedo contaros relatos de amor, tristeza o alegría, como si fueran los capítulos no de un libro, sino de una vida. Una vida con alma.

(…) pues las flores, en la vida y en la historia, Inesa lo sabía, eran importantes y en Oquendo, además, eran portadoras de presagios».

(Hasta morir la muerte. Verónica García-Peña)

Nota: No he atribuido la imagen porque no he sido capaz de encontrar a su autor. Si alguien lo sabe, por favor, decídmelo para incluirlo en la entrada.


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