
No estás bloqueado porque, en realidad, solo estás pensando y dejando reposar la idea o, tal vez, esperando a que ese personaje tan importante te hable. Eso te dices mientras organizas la biblioteca, haces pan de masa madre y/o abres el procesador de textos únicamente para actualizar tu currículum de autor. ¿Os suena?
A esto lo llamo bloqueo creativo hiperactivo y es muy traicionero porque parece que uno hace muchas cosas, pero, en realidad, nada o poco que tenga que ver con la escritura. Además, como no lloras ni te arrancas los pelos, no parece una crisis de creatividad real, aunque lo sea. Por eso, para identificar este momento e intentar pasar por él de la mejor manera posible, os acerco un pequeño manual, hecho con humor, para no perder ni las ganas ni la cabeza.
1. Si te levantas con la necesidad de limpiar la nevera, sospecha.
El bloqueo creativo puede disfrazarse de productividad doméstica y, a veces, tu cerebro prefiere organizar el trastero antes que enfrentarse a ese capítulo con final flojo o a ese inicio que no termina de encajar. Cualquier cosa es preferible a las palabras. ¿Por qué no limpiar todas las ventanas de la casa?
2. Cuando sientes que podrías escribir de todo, pero no ‘eso‘.
Sientes que podrías escribir una carta, un tuit (o como ahora se llame), una lista de la compra o incluso una opera, pero no ‘esa’ novela, ‘ese’ artículo o ‘ese’ relato que quieres escribir. No es que ‘eso’ esté mal. Es un bloqueo de carácter selectivo, discreto y educado, pero bloqueo.
3. Cuidado con los cursos, podcasts y masterclass.
Aprender está bien y documentarse, por supuesto, también, pero cuando ya llevas tres semanas sin escribir una línea y te sabes de memoria la estructura de la novela rusa del siglo XIX, quizá solo estés dando rodeos. Frena.
4. Evita culpabilizarte por no estar triste.
Esto es muy importante porque no hace falta estar llorando a todas horas para estar bloqueado. Hay un tipo de parálisis a este respecto que vive cómodamente en lo cotidiano y en las tareas que nos decimos que debemos hacer antes de ponernos a escribir. Se alimenta de frases tipo «luego escribo», «todavía no es el momento», «en un ratito me pongo», etc. Son como el inicio de un dolor de cabeza que no duele todavía demasiado, pero que está ahí.
5. No lo fuerces, pero tampoco lo disfraces.
Este es un consejo básico y muy trillado, lo sé, pero necesario. Hay que llamar a las cosas por su nombre. A veces, aceptar que estás bloqueado es lo único que hace falta para que el bloqueo empiece a disolverse o, al menos, para que empieces a escribir sobre él, como estoy haciendo yo ahora.
Debemos entender que esto es normal, forma parte del proceso y nos acompañará hasta que un día, sin avisar, la historia se siente a nuestro lado y nos diga: ¿seguimos?
Descubre más desde El jardín del sur
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.