Los besos que no se dan

Beso, ósculo, pico, besuqueo, baboseo, toque, roce, contacto, caricia, mimo…

Hay muchas formas de llamar a un beso y cuantiosos tipos de ellos. Tantos como sentimientos puedan esconderse en un gesto tan pequeño y a la vez tan poderoso. Un acto henchido de tanta sinceridad que en ocasiones abruma. Besos de amor y cariño. También de compromiso y obligación. Besos de pasión y deseo, de los que se comen la boca, el sentimiento y el desánimo. Ardientes y sabrosos. O roces castos y cándidos, inocentes. Besos robados y escondidos que se dan bien con la ingenuidad de los primeros amores o con la astucia de los que tienen que permanecer en secreto, furtivos. Besos primerizos, de novato, y besos expertos no aptos para recatados. Besos de afecto entregado, de amor infinito, de ese que, dicen, mueve el mundo y eleva al hombre. Besos, en definitiva, sean como sean, que nos hacen libres porque no hay mayor libertad que dar un beso.

Cada una de esas caricias dice mucho de quien la da y de quien la recibe. Apunta un «te quiero», «hasta siempre», «hasta luego», «ten cuidado», «no tardes», «te echo de menos»… Y mil y un sentimientos más. También pueden no mostrar nada, aunque ese nada ya expresa mucho.

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Poemas en las tapias

«Eras y eres mi hogar».

Hoy os enseño esas otras cosas que uno encuentra en las tapias de los cementerios. Un poema entre ramas que pasa desapercibido si uno no vuelve la mirada. Está en la tapia exterior del cementerio de Ceares, en Gijón. Es un poema, la verdad, muy bonito sobre le amor, pero también sobre la pérdida.

En próximas entradas, si os apetece, haré un recopilatorio de esas otras cosas que uno se encuentra, si sabe mirar bien, en muros, casas, piedras, etc. Tengo unas cuantas  recopiladas y me apetece compartirlas con vosotros.  Invitados quedáis. Estad atentos.

La lluvia y yo

En todas mis novelas, la lluvia está presente, sobre todo en las dos últimas. ¿Sabéis por qué? Porque tengo un recuerdo muy especial relacionado con ella que me acompaña siempre que escribo.

En invierno, cuando estudiaba en la universidad y regresaba de noche, me bajaba del autobús y el aire frío y la lluvia me golpeaban la cara. Esa sensación me decía que ya estaba en casa. Cuando escribo el tiempo que va a hacer en mis novelas, intento plasmar ese recuerdo en las páginas. Me gusta que algunos de mis personajes sientan esa emoción.

Una mitad sin dueño

«Sin el amor, por mucho que a veces este duela, no existiría la vida. Sería solo ceniza y oscuridad. Es el amor el que mueve el mundo, el que eleva al hombre y lo hace libre. Porque no hay nada más hermoso que amar y ser correspondido. Y el desamor, en el fondo, es una parte más. Una pieza más. Por mucho que hiera, es el motor de todo y de todos. Amores piadosos, locos, traicioneros, de una noche o de toda una vida. Amores, en definitiva, que nos hacen humanos.»

© La isla de las musas (2017). Amazon. España. Sigue leyendo «Una mitad sin dueño»