La inspiración no es una lámpara mágica

Regreso a este tema, el de la inspiración, del que ya hemos hablado otras veces, porque sois muchos los que me preguntáis por trucos o maneras de encontrarla. Desde mi experiencia, os puedo decir que no debéis desesperaros cuando no aparece porque llegará o, con un poco de tiempo y práctica, aprenderéis a llamarla.

La inspiración no es un don reservado para unos pocos. Es más bien como una chispa caprichosa que llega cuando quiere, pero una chispa que necesita combustible para arder. Ese combustible no es otra cosa que las experiencias, estímulos y la curiosidad con la que nos enfrentamos al mundo.

Por ejemplo, un olor que nos devuelve un recuerdo que creíamos olvidado o una imagen que nos provoca una pregunta inquietante. La música también puede ser de gran ayuda. Puede transportarnos a un estado de ánimo distinto, como la lluvia (gran musa en mi caso), y puede sugerirnos escenas, conversaciones y/o personajes que hasta ese momento no teníamos del todo perfilados. Pueden encender una idea.

Todo lo que nos rodea tiene el potencial de inspirarnos

Así, todo lo que nos rodea tiene el potencial de inspirarnos si aprendemos a mirarlo con atención, pero, ojo, la inspiración también se puede buscar. Se puede provocar y trabajar. ¿Cómo? De una manera, en el fondo, muy sencilla. Cuanto más nutrimos nuestra mente con nuevas lecturas, arte, conversaciones interesantes, paseos sin rumbo, etc., más fácil es que esa chispa prenda y se transforme en algo tangible.

No se trata de esperar eternamente sentados delante del ordenador o del cuaderno a que la inspiración llegue, sino de estar preparados para cuando aparezca. De ser capaces de ofrecerle un terreno fértil donde pueda echar raíces.


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