
Los olores son poderosos. Mucho. Pueden, sin dificultad, hacernos sentir bien o mal; hacer que otros sentidos de nuestro organismo se activen e incluso transportarnos a lugares que ni imaginábamos. Ese poder, esa fuerza es lo que también los hace, en cierto modo, mágicos porque son capaces de inspirarnos y ayudarnos a encontrar musas que harán de nuestros textos un lugar mejor en el que el lector estará encantado de perderse.
Os voy a poner un ejemplo (real) para que entendáis mejor a qué me refiero con la resonancia que los olores pueden provocar. En mi última novela (La isla de las musas), hay un olor que se repite a lo largo de la historia. Se trata de la vainilla. Todos conocemos ese aroma. Para mí, la vainilla evoca dulzura, postres y eso me lleva a la cocina, y la cocina es hogar. Es humanidad. Por lo tanto, mi intención al hablar de la vainilla en el libro es evocar el hogar y su calidez: la seguridad que da y lo que significa. Quiero que el lector lo sienta. No se lo digo de una forma clara, pero a través de la alusión a ese olor, él va a sentirlo (olerlo incluso) y su visión de algunas de las escenas descritas en la novela será distinta de si en ellas no existiera ese aroma. Decidí utilizar este recurso maravilloso cuando, haciendo un bizcocho, la vainilla inundó mi cocina y también me inundó a mí. ¡Qué sensación! Ese sería el olor que nos transportaría, a mí como escritora y a otros como lectores de lo que yo escribiera, al hogar.
Ya veis. Un simple olor. Vainilla.
Es un estupendo recurso que podéis utilizar también para el efecto contrario. Hablar de un aroma fétido y maloliente que haga que el lector, cuando se lo imagine, tuerza el gesto y pueda, por ejemplo, aborrecer a un personaje o un lugar; sentir su peligro, su oscuridad o el miedo que despierta…
Tanto si elegís un buen olor como uno malo, es hacer, en definitiva, que vuestro texto esté más vivo. Eso hará, además, que el lector lo disfrute mucho más, seguro.
A vuestro gusto y a vuestro olfato.
Reblogueó esto en solo DÍAZ DE TUESTAy comentado:
Desde EL JARDÍN DEL SUR, de Verónica García-Peña, 2 veces finalista Premio Planeta ;D
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Totalmente de acuerdo. Uno de los aromas que siempre recuerdo es el de la pintura del pasamanos en el corredor de casa de mi abuela. En primavera y verano, cuando llegaban los días de sol, al calentar la vieja madera de la barandilla aparecía ese agradable olor.
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