
En esta sección quiero que aprendamos lo máximo posible sobre las figuras retoricas. Hemos hablado ya de diez figuras diferentes en entregas anteriores. Figuras que son importantes en los textos que redactamos, pues son una manera especial (diferente a veces) de emplear las palabras y que confiere elegancia, expresividad y originalidad a nuestras composiciones. ¿Os animáis a aprender más sobre las figuras literarias conmigo en El Jardín del Sur? Hoy vamos a explicar el epíteto
El epíteto es una figura que agrega adjetivos, que podríamos considerar en principio redundantes, a un sustantivo con el fin de resaltar una característica ya implícita en el mismo como, por ejemplo, ‘la blanca nieve’. Es un adjetivo que denota una cualidad prototípica del sustantivo al que acompaña y que no ejerce función restrictiva, pero contribuye, esa es su magia si se sabe utilizar adecuadamente, a la creación de imágenes más vívidas y expresivas porque aporta un toque poético y descriptivo.
Hay otras dos definiciones de epíteto que os invito a investigar. Os gustarán. De hecho, quizás más adelante se pueda rescatar esta palabra, epíteto, en El Club de las palabras perdidas, pues su última acepción no se usa con la frecuencia de antaño.
El epíteto, a mi juicio, quizá se una de las figuras mas sencillas de entender, pero creo que unos ejemplos nos ayudarán a ver mejor cómo se emplea de manera correcta o, al menos, de una forma que convierte en bello aquello que, en apariencia, no aporta rasgos particulares de un objeto, pero sí cualidades esenciales. Veamos, pues, su uso en autores reconocidos para comprobar cómo el epíteto enriquece la expresión literaria.
«La brillante luna (...)»
Pertenece a un texto de William Shakespeare (aunque bien podría ser de cualquiera, ya que se ha utilizado mucho en literatura), donde ‘brillante’ se agrega, a pesar de que la luna ya es brillante de por sí, para enfatizar su luminosidad .
«(...) por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba. (…)»
Es de la Égloga 1 de Garcilaso de la Vega. Vemos como destaca que la hierba es verde, el lirio blanco y la rosa colorada. Todo para describir de una forma más vívida la primavera. Para que podamos verla, olerla y sentirla incluso.
Otros más sencillos y que aparecen mil veces en distintos textos y autores, todos los hemos utilizado en alguna ocasión, son, por ejemplo: ‘la oscura noche’, ‘el claro día’, ‘el brillante sol’, ‘roja sangre’, ‘hielo helado’, etc. Hay una novela de Elizabeth Gaskell, El trabajo de una noche oscura (A Dark Night’s Work), que ya utiliza el epíteto desde el título. La noche en la que algo ocurrirá será oscura. Todas las noches, en general, son oscuras, pero, al incluir el adjetivo, creemos que esta en particular lo será más. Que ocurrirá algo terrible; que esa noche lo cambiará todo. Modifica nuestra perspectiva. No es lo mismo El trabajo de una noche que El trabajo de una noche oscura, aunque ambas sean, por definición, oscuras.
El uso del epíteto, como podéis ver, permite al escritor explorar distintas maneras de enfatizar una cualidad o característica típica de un objeto para embellecerlo. También para resaltar esa cualidad y dotarlo de más fuerza. Que la noche sea oscura te invita a pensar que es más negra que de costumbre y te predispone a una serie de situaciones concretas. Igual que si el hielo está helado. Más frío. Más gélido. Más peligro.
Os invito a experimentar con esta figura literaria y a divertiros con ella. Os ayudará a enriquecer vuestros textos, siempre que no abuséis. Espero que aprender sobre este tipo de figuras y su uso os sirvan para crecer. Quedáis invitados, por tanto, a nuevas entregas.
Aquí os dejo todos los artículos hechos hasta ahora.
- Figuras literarias I
- Figuras literarias II
- Figuras literarias III
- Figuras literarias IV
- Figuras literarias V
- Figuras literarias VI
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