La aventura de emprender

Sí. Habéis leído bien. Emprender y no aprender. No me he equivocado con algunas letras ni el Word me ha jugado una mala pasada. Quiero hablar hoy de emprender. Esa palabra tan usada últimamente que llena bocas, titulares, noticias, reportajes, etc.

Emprender es, según la RAE, «acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro». Esta es una de las varias acepciones que nos muestra la academia sobre esta voz y sobre la que yo me quiero referir.

En los últimos tiempos, emprender es para nuestros políticos una forma de encontrar empleo: el autoempleo. Emprendo, me autoempleo y dejo de ser un número más en la interminable lista del paro. Pues bien, para mí, no sólo eso es emprender.

Empiezo a estar un poco harta de ver cómo constantemente, sobre todo en los últimos meses, nos están acribillando con la dichosa palabrita. Como si fuera un mantra. El salvavidas que todo lo soluciona. Todos hablan de que hay que emprender, de los jóvenes emprendedores, de las empresas que emprenden, de que España es un lugar estupendo para emprender. ¿Y que se dice de los que no emprenden? De todo: cobardes, no quieren trabajar, están mejor en su casa viendo los programas de corazón (en televisiones planas y con tabletas pata twittear), etc. Dudo mucho que así sea la realidad, aunque así nos la quieran vender.

A veces, cuando escucho tanto la palabra emprender, me retrotraigo a aquellos años de la burbuja inmobiliaria en la que todo iba fenomenal y el vocablo clave era otro: comprar. La compra de todo. Lo que fuera. Si esos días a alguien “emprendedor” se le hubiera ocurrido montar una empresa de compraventa de almas, la gente también hubiera comprado y vendido almas. Estoy segura.

También me recuerda a la movilidad exterior que suena tan bonito. Tan onírico que parece que te están invitando a tener un trabajo estupendo en el Caribe y tonto de ti, vas y lo rechazas por quedarte en una tierra, la tuya, que no te necesita porque sobras.

Pues bien, para esos jóvenes y no tan jóvenes muy preparados que sobran en este país porque no hay trabajo para ellos (a veces piden dinero por trabajar, que vergüenza) y deciden quedarse no convencidos por esa maravillosa movilidad exterior, existe ahora una palabra nueva que oiremos hasta la saciedad: emprender.

Los bancos dicen que tienen dinero para emprender, el Estado dice que tiene dinero para emprender y aquí estamos los integrantes de las colas del paro, mano sobre mano, sin emprender. Da la sensación de que nos están echando el salvavidas para que no nos ahoguemos y nosotros, como Di Caprio en Titanic, preferimos pasar de la madera y hundirnos en la fría agua del océano. Somos unos desagradecidos.

Y esa sensación se da porque nuestros políticos y empresarios están haciendo una tarea extraordinaria en cuanto a lavado cerebral general. Nos están atiborrando con la idea de que la solución a la mayoría de nuestros males actuales es emprender.

Si tanto dinero hay para emprender, ¿por qué hay tantos negocios y empresas que cierran?

Y esta sensación de que no queremos emprender, por lo que sea, desde la cobardía a la vagancia (por financiación no es porque ya hemos dicho que para eso parece que sí que hay dinero), se da gracias una mala interpretación del dichoso término. Parece que emprender es gastar, salir de la lista del paro o auto emplearse y hacerse autónomo. Eso es emprender y el resto es otra cosa. ¿Cuál? De momento indefinida, pero no es emprender.

Pues yo no estoy de acuerdo con esa nueva acepción que le quieren dar a la célebre palabra. Hay otras maneras de emprender, aunque con ellas no hagamos que el Estado tenga menos parados.

Yo, con mis dos carreras superiores y tres años desempleada, sin derecho a ningún tipo de  ayuda (ninguna), también emprendo. Lo que pasa que de mí no se hablará ni se me elogiará porque lo que yo he emprendido no es usual. Yo no he montado una empresa, no me he hecho autónoma, no he puesto en marcha un negocio, etc. Yo he escrito un libro y he puesto en marcha un blog y una página web personal. Todo ello sin pedir préstamos sin darme de alta en ningún epígrafe de hacienda y sin salir de las listas del paro. Entonces, me pregunto: ¿Soy emprendedora? Yo diría que sí.

Además, en la definición se dice claramente que emprender es «acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro» y no me negareis que no encierra dificultad publicar un libro y que la gente lo lea siendo una don nadie.

Lo gracioso es que, aun siendo emprendedora, porque creo que lo soy, habrá quien diga que me equivoco. Me dirán que lo que yo hago es otra cosa. Algo distinto pero no emprender porque no genero dinero para el Estado. No lo tengo yo eso tan claro porque por cada libro que vendo hay impuestos que pago. O porque no doy trabajo a otros. Algo de lo que también dudo porque al montar un blog hacemos que las plataformas dedicadas a eso, las empresas de dominios, etc., sigan existiendo.

Curioso será también ver cómo, estoy casi segura de ello, en la próxima entrevista de trabajo que tenga, harán caso omiso de mi aventura de emprender, a mi manera, puede ser, pero emprender al fin y al cabo, y me dirán, sonriendo, que tras tres años desempleada, sin hacer nada según ellos, me he quedado obsoleta. Aunque de este tema, será mejor hablar otro día.

Lo dicho. Sí, soy emprendedora, aunque haya a quien no le guste mi forma de emprender.


Una respuesta a “La aventura de emprender

  1. Sabemos que emprender un nuevo proyecto es una aventura llena de incertidumbres y obstáculos donde la probabilidad de fracaso es elevada. Es por ello que te recomendamos que antes de que empieces a incurrir en costes y dolores de cabeza te plantees bien la motivación por la cual vas a empezar esta aventura.

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