
«De todas formas», pensó, «¿qué puede haber dentro de un armario?», y avanzó hacia él.
Mientras iba a abrirlo, volvió a escuchar el mismo ruido, pero, esta vez, sonó mucho más fuerte. Pilar retrocedió asustada. Desde pequeña había sido tímida e introvertida y, sobre todo, cobarde. Nunca se había atrevido a ir a oscuras por la casa, a mirar por encima del hombro por si alguien o algo la seguía, o a echar un rápido vistazo, por la noche, debajo de la cama. ¿Y si miraba y había algo?
Pilar dudó, pero, a pesar de tener miedo, avanzó de nuevo hacia el armario. Lo hizo con paso tembloroso y siguió andando hasta llegar justo enfrente del mueble. Estiró el brazo y, con cierto temor, abrió sus enormes puertas. Miró en su interior y no vio más que viejas mantas arrinconadas en una esquina. Nada más.
Satisfecha por haberse atrevido a hacerlo, Pilar sonrió. Ya no era una cobarde. Pero cuando se disponía a cerrar las puertas, una extraña sombra cobró vida dentro del armario.
Negra como la noche, esa especie de nube oscura salió dando tumbos del mueble y se acercó a la muchacha, que la observaba boquiabierta, asustada y sin poder moverse. Estaba paralizada por el miedo.
La sombra, cada vez más espesa, cobró forma de mujer y, con pasos nerviosos, se acercó a Pilar. Cuando la tuvo delante, la miró con unos enormes ojos verdes muy intensos que parecían tener vida propia. Levantó su mano, densa, parecía que esa cosa, lo que fuera, estuviera hecha de petróleo, y de un solo gesto, hizo que todos los muebles que había en la habitación se elevaran y flotaran, como si el aire hubiera sido sustituido por agua. Después señaló a Pilar y, de repente, sin que esta pudiera hacer nada, la atravesó.
Pilar sintió un gran frío dentro de ella y pensó que se ahogaba. Era como estar en un inmenso océano helado. Pataleó y quiso gritar, pero de su boca solo salían pequeñas burbujas. Nada más. Sus gritos se perdían en esa humedad extraña que la envolvía. Era horrible. Pensó que iba a morir, que se iba a ahogar, pero entonces, la sombra de la habitación se acercó a ella y le dio las gracias. Sin más. Un simple gracias y, en un segundo, todo despareció, los muebles volvieron a su sitio y a Pilar la rodeó otra vez el aire.
La muchacha miró a su alrededor y buscó a la sombra de ojos verdes, pero allí ya no había nadie. Fuera lo que fuera aquella oscuridad, se había marchado.
Pilar se acercó al armario y lo cerró, y al hacerlo, por primera vez en su vida sintió paz. Se sintió bien y supo que a partir de ese día ya no tendría miedo a mirar debajo de la cama. Tampoco necesitaría dar siempre la luz para pasear por la casa y podría, si quería, mirar por encima de su hombro y descubrir si algo o alguien estaba allí observándola.
Copyright © Texto: Verónica García-Peña
Este texto es parte de una narración de juventud que he encontrado estas navidades en casa de mis padres. Se trata de uno de los ejercicios prácticos que consistía en escribir un relato corto que incluyera una serie de palabras que el profesor daba. En este caso las palabras eran: Pilar, pasear, agua, ruido, asustada, sonreír, flotar, de nuevo y armario.
He corregido algunos errores ortográficos y gramaticales, pero el resto sigue igual.