Esta semana, la entrada la vamos a dedicar a imaginar. Vamos a viajar a un pequeño lugar en la costa, a un pueblo a los pies del mar atlántico.
Ahí va la foto.
No es una maqueta. Es real. Simplemente está miniaturizada. Experimentos. Me gusta jugar con la edición digital de fotografías. Pero vamos a lo importante. Vamos a jugar.
¿Qué veis en la foto? ¿Qué nos enseña la imagen?
Vemos un pueblo bañado por el mar, lleno de rocas, soleado, con casa bajas y tejados rojos. Un lugar entre montañas donde sus gentes conviven con el mar al abrigo de sus días claros y donde se esconden, cautelosos, de los días grises de tormenta.
Volved a mirar la foto. Con calma. No hay prisa. Fijaos en los detalles.
También vemos una larga carretera, a la izquierda de la imagen. Una avenida con árboles o setos. La entrada y la salida a esa aldea costera. Y qué me decís de ese pino, también a la izquierda, que se levanta majestuoso, destacando entre tejados y muros de ladrillo, para dar sombra y cobijo a quien quiera descansar bajo su protección.
Ahora cerrad los ojos. Recostaos en vuestras sillas y, con ellos aún cerrados, sentid lo que ese pueblo marino os transmite.
¿Qué imagináis?
Paz. Armonía. Calma y sosiego.
Un escenario perfecto para una historia costumbrista donde marineros audaces se hacen a la mar en constante batalla para ganarle sus tesoros.
Quizá, puede ser, os transmita misterio. El mar siempre es misterioso. Un pueblo que abriga un secreto. Marineros que se hacen al océano y nunca regresan. Maderas que crujen con las olas y son lanzadas con furia contra los acantilados y laderas que lo bordean.
Vayamos más allá. Podría ser el escenario perfecto de un crimen. Alguien aparece muerto en la playa o en las rocas. Lo han asesinado. ¿Quién? ¿Por qué? Lo dejo a vuestra elección, pero el cuerpo desnudo sólo viste un anorak amarillo y está enredado en redes de pesca.
Sigamos. La imaginación no tiene límites. Recordad lo que habéis visto. Los colores. Hace un día soleado. Perfecto para pasear y disfrutar. Ideal para enamorarse. Amores de verano, de los que no se olvidan nunca, de los que perduran. Jóvenes que se esconden en la playa de miradas curiosas para robarse besos y caricias.
Ahora ya podéis abrir los ojos y os confesaré dónde está hecha la foto. La hice hace unos cuantos años en Muxía (A Coruña) durante un verano extraordinario cargado de aventuras, buena comida y paisajes hermosos.
Ahora que ya sabéis qué pueblo es y muchos recordaréis lo que allí ocurrió en 2002, la historia real también puede formar parte de lo que imaginéis viendo la foto. Por ejemplo, que la vida, siempre en constante renovación, consigue abrirse camino a pesar del empeño que ponen algunos humanos porque no sea así.
Está en la Costa da Morte y, eso tampoco puede ser ajeno a lo que imaginemos porque no podemos olvidar ese mar atlántico guardián de una costa llena de secretos.
Os dejo solos. Es vuestro turno, pero antes, un último apunte. Seguro que algunos habéis pensado en piratas y no hay mejor forma de hacerlo que con Espronceda y su Canción del pirata. Por eso, mientras veis la imagen y la soñáis, si queréis, podéis escuchar la versión, ya un himno, que Tierra Santa hizo del poema. (Canción del pirata-Youtube)
Ahora sí que vosotros decidís lo que veis y lo que imagináis.