En los cajones de mi casa se esconden historias. Algunas pequeñas y otras grandes. Algunas que pugnan por salir batallando sin cuartel hasta que el genio las hace caso y se desposa con ellas. Otras, en cambio, siguen ahí, agazapadas, temerosas, pues no saben cuándo será su momento.
Historias de amor, de amistad, de miedo o de terror. Historias de verdad, mentiras y dolor. Historias que ofrecer o que esconder.
En los cajones de mi casa se ocultan secretos porque quién no tiene misterios celados en alguna parte. Quizá no sean sólo secretos. Tal vez sean un viejo cadáver que durante años amenaza con salir pero que, de momento, sigue esperando en la oscuridad del fondo del cajón. En la parte más honda donde se pierden las cosas y, muchas veces, se olvidan.
En los cajones de mi casa se encierran tesoros. Mapas dibujados con mano firme que con trazo certero invitan a andar un camino inexplorado lleno de misterios. ¿A dónde conducirán? He ahí otro enigma a resolver. Otro jeroglífico a desentrañar.
En los cajones de mi casa se acurrucan sueños. Sueños de fortuna y buen vivir. De esos que uno tiene y no se atreve a decir en voz alta. O sueños pequeños, chiquitos, que tampoco se pronuncian por miedo a atraer al mal sino.
En los cajones de mi casa hay ideas. Arremolinadas se mezclan dando como resultado el más alocado de los pensamientos pero a la vez, muchas veces, el más hermoso.
En los cajones de mi casa se esconden historias. Algunas pequeñas y otras grandes.
Y en tus cajones, ¿qué se esconde?
¡Queremos las historias! Están para existir, para ser compartidas. Un saludo y una invitación a revisar mis cajones.
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