Hay días en los que uno se levanta, se pone delante del papel y de su mano o de su cabeza sólo salen incoherencias, historias sin sentido y palabras inconexas. No pasa nada. Es normal. A todos nos ocurre.
Cuántas veces me habré puesto frente al ordenador, delante del procesador de textos para contaros algo, para ayudaros en el mundo de las letras, para explicar una experiencia o simplemente para compartir con vosotros mis pensamientos, y la nada se ha apoderado de mí. La nada más absoluta y la ofuscación más atroz. Muchas. Incontables.
Cuántas veces me he enfrentado a un papel en blanco en el que quería plasmar una historia que hervía en mi cabeza y mis manos se han negado a colaborar. Muchas también. Y repito, no pasa nada.
Es difícil abordar esta cuestión, pues cada uno la afronta a su manera, pero hay un consejo simple que funciona. De verdad que lo hace. Se trata de no forzar la situación. No hundirse y no regocijarse en la no creación. Eso sólo trae desesperación.
En más ocasiones hemos hablado del atasco o del síndrome de la página en blanco y siempre os he dicho que las mejores ideas surgen sin más, sin buscarlas, sin pensar en ellas. Así, al menos, me ha ocurrido a mí.
Ideas que traspasan, a su manera, nuestra inactividad y se presentan, sin llamar o avisar, para quedarse. Fantasías y visiones que vienen, no se sabe de dónde, pero que surgen con fuerza preparadas para que les des forma y las hagas tuyas. Porque hay que hacerlas de uno. Me explico. De nada sirve tener una gran idea si luego ésta sólo se queda es eso, en un pensamiento sin más. Hay que mimarla, quererla, amarla y, sobre todo, apasionarse con ella. No quiero decir que ya no exista nada más a tu alrededor, pero sí debe ser como una parte más de ti.
Una idea puede ser sólo una idea o algo más. Puede ser el principio de una gran historia, de una gran novela. Puede ser el comienzo de un viaje asombroso cargado de palabras, emociones, enredos y anécdotas. Un viaje hacia la creación. Y no hay nada más maravilloso que eso.
Así que no os desesperéis porque la idea, tarde o temprano, aparecerá y cuando lo haga, amigos míos, ya no habrá vuelta atrás. Entonces sí, tus manos comenzarán a escribir sin descanso y en tus sueños y en la vida, la musa te acompañará.