El jardín del sur

Hoy me voy a sincerar y os voy a contar un secreto que, seguro, en el fondo, es compartido. Os voy a desvelar que sí, que, en ocasiones, pienso en tirar la toalla. ¿Quién no lo ha pensado alguna vez?

Y no es ésta una entrada para lamentarme de lo injusto que es este mundo, que lo es. Ni tampoco para llorar por mi mala suerte. Ni siquiera será un desahogo porque la fortuna no se quiere desposar conmigo y ha decidido matrimoniar con alguien más guapo y más alto o, quizá, más famoso y con más amigos. No, no se trata de eso. Hoy quiero contaros que la toalla, como en un combate de boxeo, a veces pesa sobremanera, lo que me obliga a torcer el gesto, doblar el brazo y pensar en arrojada al suelo y parar la pelea, pero ¿por que no lo hago?

Mi secreto es que, en los días en los que las fuerzas flaquean ante las puertas cerradas y el espíritu cede a la oscuridad de un futuro incierto, confío, aún confío en los sueños. Ése es mi secreto. Ésa es la verdad.

A veces pienso en abandonar. A veces quiero abandonar, pero no lo hago. ¿Y sabéis? Creo no lo haré nunca. Terca cabeza la mía que se empeña en perseguir pompas de jabón entre nubes de papel donde la virtud se premia y lo justo siempre gana. Aliento que ilumina la mirada ante la luz que por momentos se deja ver entre las jambas de las puertas cerradas.

Pienso en abandonar, en dejar de escribir, en dejárselo a otros, a aquellos que sí están llamados a triunfar, pero las palabras salen de mí como las flores brotan en primavera al amparo de los primeros rayos calientes de un sol con ganas de comerse el asfalto. Las palabras fluyen de mi boca, de mi deseo, de mi alma y no puedo hacer nada para detenerlas. Así que, a veces pienso en abandonar, pero las palabras no me dejarán hacerlo nunca porque, en el fondo, yo soy palabras.