Cuando veo una serie o una película, al igual que cuando leo un libro, no solo me fijo en la historia que se me cuenta. También lo hago en cómo se me cuenta. Imagino que vosotros hacéis lo mismo. No voy a ser yo una especie de bicho raro, ¿verdad?
La estructura, que para mí es algo así como el esqueleto que sustenta la trama, puede ser de muy diversas formas. Desde el “érase una vez” hasta el “me he perdido y no entiendo nada”, hay una gran abanico de posibilidades que resultaría casi imposible de describir, pero este verano he encontrado en algunas series recientes un maravilloso esqueleto que hace que la historia, normalmente muy buena también, no solo se sostenga sino que haga que queramos caminar a su lado sin perdernos detalle.
Antes de continuar, debo aclarar que no hay que engañarse y dejarlo todo en manos de la estructura, aunque hoy estemos hablando de su importancia vital, porque si la historia es mala, por muy bueno que sea lo que la rodea o sustenta, no hay nada que hacer. El lector o el espectador aguantará un poco más que con una estructura normal, pero al final desistirá y abandonará.
¿Y cuál es esa estructura que tanto me ha gustado? No os voy a engañar. La respuesta no es un descubrimiento de algo no inventado, pero sí de algo que, por lo general, en cuanto a ficción televisiva, parecía haberse olvidado y cambiado por formas más planas y simples de contar las cosas. Se trata, para que me entendáis, de una estructura basada en la idea de perseguir la zanahoria. Y aunque suene feo, nosotros somos como el burro que, tapados sus ojos por los laterales, la persigue caminando sin descanso para poder dar con ella y zampársela. ¿Cuánto se camina? Depende de lo buena que se la historia, pero diría que bastante.
Y el mejor ejemplo visual para explicar esta estructura, que yo particularmente adoro si está bien planteada y llevada a término, es la serie Big little lies (HBO), creada por David E. Kelley y dirigida por Jean-Marc Vallée. Está basada en el libro del mismo título de Liane Moriarty (la estructura de la novela es prácticamente la misma).
En la serie, desde el minuto uno nos explican que algo malo ha ocurrido. Nos cuentan que alguien ha muerto, eso al menos se deduce por la presencia policial, los interrogatorios, etc., pero ¿quién? He aquí la primera parte de la zanahoria. Nos entra el gusanillo y seguimos viéndola. ¿Cómo no hacerlo? Queremos saber más y nos preguntamos ¿por qué ha ocurrido algo malo? Ahí está otra parte más de esa zanahoria que ya hemos empezado a oler y nos gustaría zamparnos. No está formada del todo, pero le falta poco. Seguimos viendo ese primer capítulo, el piloto, y otra pregunta, tras presentarnos a varios personajes y escucharlos, nos invade. ¿Quién ha sido? La zanahoria está completa y lo está desde el capítulo/episodio uno. Ahora toca seguir viendo la serie para descubrirlo. Nos ha atrapado. Hemos caído y ya somos el burro.
Cierto que las interpretaciones de los personajes, o su desarrollo y perfilado si fuera un libro, es fundamental (en la serie están muy bien conseguidos), pero es la estructura, como os digo, la que os va a obligar a seguir.
Empezar por el final sin desvelar qué ocurrió exactamente y volver al inicio para contar la historia, yendo y viniendo de forma constante entre las dos franjas temporales, pero sin convertirlo en un laberinto de confusión, con la vista siempre puesta en eso malo ocurrido y ese misterio a desentrañar, ¿quién ¿ ¿cómo? y ¿por qué?, es fantástico.
Son preguntas básicas, pero que muchas veces se relegan. Por ejemplo, nosotros cuando escribimos, envueltos en nuestras propias palabras, podemos caer en ese error y olvidarnos que suelen ser el motor de lo que estamos contado. Una buena estructura puede ayudarnos a volver a ellas, recuperarlas y hacer crecer la historia enganchando, además, sin remedio al lector.
Ya sabéis. Cuando leáis o veáis seréis y películas, fijaos también en sus estructuras, no solo en sus historias, y probadlas. Yo lo hago. Os divertiréis, aprenderéis y, además, puede que consigáis imprimir a vuestra trama eso que la haga diferente, que la haga triunfar.
Buenas historias en buenas estructuras.